Y se llegó el día de partir. Levantados
desde la madrugada con la ansiedad que produce emprender más de 1300 Km pedaleando
hasta una meta lejana y con las bicicletas listas desde el día anterior atadas
sobre sus parrillas las maletas y/o alforjas con la escasa ropa, equipo de
desvare e implementos de aseo que nos acompañarían cada tramo del recorrido,
nos despedimos de nuestras familias y dimos los primeros giros a las bielas
para ir en busca de los otros aventureros.
Desde El Placer El Cerrito Valle del Cauca Colombia,
salimos un grupo nutrido de ciclistas denominados los Crazy Biker, nombre dado
por nuestro deseo de hacer locuras a bordo de nuestra bicicleta, llámese
locuras a plantearse metas locas para el común de la gente, locuras como
aquella que comenzaba a materializarse esa mañana. Yo que soy poco expresivo, tenía
mi pecho hinchado de la emoción porque esos que iban conmigo, fueron los que me
rescataron del sedentarismo y poco a poco fueron despertándome ese espíritu
aventurero que pedía a gritos ser excitado y fue tanto el empujón, que me han
llevado muy lejos.
Después de 35 Km encontraría en Buga a don Héctor,
otro de los aventureros, cuya altura no solo la da su vozarrón y más de 1.80 de
estatura, sino su experiencia, humildad y perrenque
para sortear diferentes situaciones en las que se requieren tomar las mejores
decisiones en el momento justo. Abandonamos la “Ciudad Señora” para dirigirnos
hasta Tuluá, ciudad hasta donde acompañó mi equipo y recogió la bandera Moncho, ciudad donde también
encontraríamos al tercer aventurero, Andrés, un joven ingeniero quien desde el
primer momento en que salió la publicación por redes sociales sobre el viaje
levantó la mano y se proyectó para salir, acomodando vacaciones en su empresa y
ajustando todos los trámites normales para que nada le impida hacer todo ese
kilometraje a bordo de su bicicleta.
Los tres aventureros, con la compañía de Moncho
hasta Zarzal, avanzamos por las bonitas carreteras del los municipios
nortevallecaucanos hasta cruzar el puente del río La Vieja que nos daría la
bienvenida a Risaralda. Pero no solamente fue el río quien nos dio la
bienvenida, también lo hizo una montaña, que obligó a respirar profundo y
empezar a disponer las piernas para un ascenso, pues este sería uno de tantos
que nos esperarían en las etapas siguientes.
El contemplar maravillosos paisajes era el premio
al coronar la altura, pues desde allí la visión es más amplia. Esa motivación,
nos llevó a atravesar la bonita Pereira, una ciudad donde muchas personas en
carros, motos y caminando nos saludaron con gritos, pitos y aplausos, estábamos
tan contentos, que al cruzar el famoso viaducto, decidimos pedalear unos
kilómetros más en ascenso por un túnel y un puente helicoidal hasta el
municipio de santa Rosa de Cabal, muy conocido por sus termales.
De esta manera y acompañados por una pereirana, terminamos
la primera etapa de nuestra travesía con destino a Santa Marta.
Crónica
de Wilson Martínez
@miprofeWilson
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