Con un besito a mi esposa y a mi hijo, marqué la despedida a un viaje que sería el inicio de una nueva etapa con nuestro proyecto deportivo ¡Oh Qué Bola! Pues a un poco más de 400 km en la ciudad de Pasto Nariño Colombia, nos esperarían un grupo de amigos para escuchar de nuestras experiencias y vivir junto a nosotros, en su tierra, una emocionante aventura.
Era la mañana del viernes 4 de noviembre, cuando partí con la bendición de mi esposa y mis padres abordo de una bicicleta, con el maletín lleno de provisiones y ropa, recorriendo las calles de mi pueblo hasta subir al bus que me llevaría a Cali, obviamente cuidadoso de que mi bici llegara en buenas condiciones. Es así como compramos el tiquete rumbo a la "Ciudad Sorpresa" y junto a mi bici, viajamos al rededor de 12 horas (el viaje normalmente dura 8 o 9 horas), tiempo suficiente para revisar las redes sociales y darme cuenta que Arnulfo junto a Edilberto partirían en horas desde Pradera Valle con el mismo destino, igualmente que Alejo "El Paisa" ya venía en Camino desde Medellín. Como si fuera poca motivación, al llegar al terminal de transporte de la capital nariñense con un frío delicioso, nos estaban esperando Alejandro y Alexander con un porta-bicicletas en el carro y con una amabilidad desbordante.
Al día siguiente y aprovechando que tengo familiares en Pasto, me di un tour relámpago para visitarlos, tratando de repartir las horas, con el fin de que cada segundo fuera significativo y me rindiera el tiempo hasta para hacer los últimos ajustes a la conferencia. También haciendo el seguimiento del viaje de Fhanor desde Palmira, de Toño, José, Nestor, Daniel y Anna que partieron desde El Cerrito ese día en bus y a Don Héctor que viajaba en moto desde Buga y a quien un accidente en Rosas Cauca (afortunadamente nada grave para su integridad física), lo hizo volver a casa. En la noche, el auditorio de Cambridge Academy estaba listo, muy bien organizado a la espera de quienes irían a escuchar un poco de mi historia. Fueron 80 minutos donde los asistentes entre risas y ojos brillantes motivaban a soñar, a proyectar aventuras grandes, a seguir proponiendo retos y preparándose para cumplirlos, personas a las que no solo les compartí de mi energía, sino a las que me dieron de su energía; fue maravillosa la experiencia.
Y se llegó el día de la integración para pedalear, una sensación de ansiedad nos acompañaba, pues sabíamos lo difícil que sería y más para los de afuera porque no estamos acostumbrados a pedalear en esa altitud. Muchas personas de Pasto y Nariño, más de las que habíamos pensado, atendieron al llamado con la alegría que inspira una mañana de domingo después de que en la noche anterior ganó el Deportivo Pasto y salvó la categoría en el fútbol profesional colombiano. Y así, unos minutos después de las 7 a.m. partimos por la vía a Ipiales desde el sur de la ciudad, enfrentando un ascenso de 500 m aproximados en 13 kilómetros, pasando por el corregimiento de Catambuco, donde los cuyes dormían aún y nosotros desafinados entonábamos una estrofa de la famosa canción El Trompo Sarandengue: "... si me dejó, si se fregó (bis)/ otro cariño estará conmigo en el carnaval/ pasando bueno y en Catambuco comiendo Cuy...", hasta un punto llamado La Coba Negra. En el camino nos encontramos con dos Alemanes Hannes e Immo quienes ahorraron un año para darse en cinco meses un viajecito en bicicleta desde Bogotá Colombia hasta el sur de Argentina, pasando por varios países de Sudamérica. Los monos, devorarían miles de kilómetros, nosotros ese día recorreríamos 110.
Después de La Coba Negra, descendimos varios minutos, sintiendo el aire chocar en la cara, los cachetes inflarse al abrir la boca y los ojos llorosos por ir sin gafas y por divisar la hermosura del paisaje con un acolchado multicolor que reviste a las montañas de Nariño. Pero sin dejarnos de extasiar por la velocidad, estuvimos pendientes del punto exacto donde la carretera se divide para seguir en una ruta llena de "columpios" hasta el municipio de Yacuanquer. La gente amable, humilde y alegre nos saludaba mientras cruzábamos la población y hasta ese momento todos estaban llenos de energía, motivados para seguir los casi 90 km que faltaban aún, escuchando el pito y los aplausos de quienes en carro nos acompañaban estirando el brazo por la ventanilla con agua o comida según quisiéramos.
El camino seguía hasta Bomboná donde en el estadero Campo Verde nos esperaban con hidratación y nos daban la bienvenida a su municipio. Ellos acompañados por Michael Pantoja, nos llevaron hasta el monumento llamado "La Piedra de Bolivar" que fue dispuesto como conmemoración a la Batalla de Bomboná. Fue un momento de fotos y de ilustración histórica de lo que Bomboná ha significado para la historia de nuestro País. Pero retomamos el rumbo directo a la cabecera municipal de Consacá, una población muy movida el domingo por ser día de mercado.
Transcurrían las 11 a.m. aproximadamente y nos dirijimos por una carretera entre pavimentada y destapada hasta el municipio de Sandoná. Por muchos instantes en ese trayecto, detuvimos nuestra marcha para contemplar aquel verde de diferentes tonalidades y en alto relieve que estaba fijo frente a nuestros ojos; el click de las cámaras y las palabras de enamoramiento con la naturaleza nos se hacían esperar. La hora del almuerzo se acercaba y pocos kilómetros quedaban, pero a solo dos de llegar a probar algo delicioso, mi amigo Arnulfo estaba al lado de la carretera con su bici llantas arriba y neumático en las manos con una diminuta perforación que hacía al aire escaparse. Luego de vulcanizar ese neumático, sintiendo un calor impresionante, llegamos en ascenso a la dulce población de Sandoná. Desvaramos las bicicletas de algunos compañeros y mientras almorzamos vimos despedirse a varios de ellos, porque sus fuerzas les permitieron solamente llegar hasta ahí.
Cerca de 20 km nos separaban de La Florida, el municipio siguiente, lo que no contábamos, era el gran desnivel positivo durante la mayor parte de ese recorrido, especialmente al pasar el corregimiento de El Ingenio, donde la gente jugaba Chaza en las calles y a los lados de la carretera los cultivos de caña me recordaban al Valle del Cauca. Lo duro del ascenso, sumado a la lluvia, a la neblina, a la hora, puso a pensar a muchos en retirarse; afortunadamente al llegar a La Florida nos encontramos con los pocos "sobrevivientes" de la aventura que iban adelante.
Es así como Jose Luis y Cesar de Pasto, Arnulfo y Edilberto de Pradera, Alejandro de Medellín, Fhanor de Palmira y yo, salimos acompañados por un chico de Pasto llamado Edinson desde La Florida Nariño, la tierra de mis padres, el pueblo donde viví grandes momentos de niño y adolescente, donde pasé muchas de mis vacaciones escolares, donde sentí un palpitar delicioso al llevar a mi mente esas imágenes del pasado. Después emprendimos el último ascenso prolongado de 6 km hasta el sector del Motilón donde se encuentra el crucero hacia el municipio del Tambo. Seguramente nos veíamos muy cansados en esa escalada, porque una camioneta de las que uno sueña tener se detuvo unos metros adelante y una mujer con dulce voz nos invitó a subirnos para llevarnos hasta Pasto, claro que nosotros de tercos y aunque tentadora la oferta, decidimos ser fieles a nuestra meta y continuamos al alto, de ahí, descendimos hasta el municipio de Nariño que se encontraba alterado en su normalidad por las fiestas tradicionales del pueblo. Era tanta la gente alegre, que daban ganas de quedarse "enrumbao", pero la meta era otra (aunque yo quería volver a disfrutar de la fiesta con la familia, pero no encontré transporte), en ese momento seguimos la travesía por una serie de columpios hasta el corregimiento de Genoy, donde los cuyes también estaban dormidos por la hora, y de ahí al sector de los jugos, donde infortunadamente no había jugos. Lo que seguiría es el descenso hasta la ciudad de Pasto, ahí, los amigos de la logística que sí podían tomar licor, destaparon una caneca de aguardiente Nariño y celebraron con nosotros la llegada a Pasto "Ciudad Sorpresa".
Queremos dejar como anécdota que por motivación y aprovechando nuestro desconocimiento, los amigos de Pasto nos llevaron engañados gran parte del recorrido, pero eso hace parte del ciclismo, eso hace parte de las aventuras deportivas.
De esta aventura aprendí que para mis amigos locales:
Las bajadas son subidas,
los plancitos son subidas,
las subidas son subidas,
un kilómetro son 5,
una cuadra son 10,
el último ascenso son 10 más,
el hotel de 15 mil, vale 40 mil negociando como paisa,
en los jugos no hay jugos a esa hora
que la gente de Pasto y Nariño son muuuuuuy, pero muuuuuuy amables, hospitalarios, bacanes, mejor dicho, no hay apelativos que abarquen una gran descripción de lo buenos que son...
Y que hay amigos que van contigo, como diría Buzz Lightyear: "hasta el infinito y más allá..."
Wilson Martínez
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1 Comentarios
Una super aventura la vivida con mis amigos, se vale repetir.
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