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IRONMAN 70.3 Cartagena || Mi primera experiencia en triatlón de media distancia

Por Wilson Martínez
@miProfeWilson

Me inicié en el Triatlón con el sueño de algún día terminar un IRONMAN (3800m de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de atletismo), y aunque sabía que era un reto largo y difícil lo emprendí. Ahora el proceso en este deporte me ha llevado a vivir momentos intensos y apasionantes en distancias más cortas.

Desde el inicio, mi entrenador Giovanni Granobles puso en claro que lo ideal era hacer un proceso desde la distancia Fas Track, pasando por la Sprint, luego la Standar u Olímpica, posteriormente el IRONMAN 70.3, para enfrentar "finalmente" el IRONMAN. Sé que es necesario ir paso a paso, pues no soy un deportista con muchos años de experiencia y eso me obliga a ser prudente, en medio de mis ilimitados deseos de superar retos aparentemente imposibles para alguien como yo.

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Después de un año entrenando enfocado, superando la ansiedad de los días previos a la competencia, padeciendo la impotencia por el cambio en el itinerario de mi vuelo, aún comprando los tiquetes con muchos meses de anticipación, resignándome al hecho de dormir en Bogotá junto otros deportistas de RUNMAX también afectados, aquella noche que debíamos estar en Cartagena, arribamos en la mañana del viernes 1 de diciembre a La Heroica. El plan de ese día se perdió, pues solo hubo tiempo para ubicarnos en el apartamento y armar la bicicleta.



Al día siguiente junto a mi compañero de equipo Daniel hicimos un pequeño entrenamiento de adaptación, asistimos a la EXPO y Charla Técnica, finalmente en la noche escuchamos las indicaciones del entrenador y los consejos de los amigos que tienen la experiencia con esta competencia. De mi parte, si quería dormir tranquilo sabía que debía despejar mi mente, y para eso nada mejor que recorrer el Corralito de Piedra en la noche, dejándome atrapar por la exorbitante iluminación típica decembrina y el encanto histórico que embruja a cuantos pisan estos suelos con alrededor de 500 años de historia; afortunadamente conté con un alcahuete para esto, mi asistente mecánico, compañero de aventuras en bici y en esta ocasión también segunda cámara Ivancho.

La indumentaria, hidratación y alimentación propia estaba lista desde la noche anterior, así que nos pusimos el traje, desayunamos y recibiendo la brisa de madrugada, partimos a las 4 hacia el parque de bicicletas para asegurar que las "burras" estaban tal cual como las dejamos el día anterior; por suerte así fue, entonces acomodamos los implementos para las transiciones y nos dirigimos al muelle donde partiría la natación. 

Regreso del circuito acuático en la Bahía de las Ánimas.
Cerraron el parque de bicicletas y un estruendoso cañonazo del Buque Victoria precedido por un fuerte grito del Speaker - Go, go, go - indicaron la salida de los triatletas élites. Así empezó la fiesta, hicimos fila con el corazón acelerado, mientras como "vaquitas al matadero" pasamos del corral al muelle, luego a la orden brincamos a las cálidas aguas en la Bahía de las Ánimas pendientes de escuchar nuevamente el "Go Go" que nos indicaría el inicio de nuestra aventura. El pánico que tenía con las aguas abiertas se perdió con el entrenamiento del día anterior, solo tenía que convertir al mar en mi amigo, imaginando que estaba en la piscina del IMDER Palmira, concentrándome bien en la orientación, pues si me perdía con la línea guía en la pileta, no quería ni imaginar la locura en el mar, que si bien las aguas estaban calmadas, tenía la sensación que las boyas se movían y se alejaban de mi trayectoria. El sol de frente en el primer tramo era cansón y por mi falta de dirección, creo que recorrí más de los 1900 metros, nadé ese tramo en zigzag (punto para trabajar duro a futuro). La única molestia sentida fue la producida por la costura del traje en cuello y axila que debido a la fricción causó irritación; claro que al levantar la mirada y observar a «Vicky», como nombraba de cariño al buque de la Armada, me olvidaba de todo, pues aún con la grabación y la desorientación, estaba por debajo del tiempo de corte. 


Salí del agua en excelentes condiciones físicas para emprender el ciclismo, puse la cámara en la adaptación de la bici (me hubiera gustado tenerla libre, pero me convencieron que era lo mejor por seguridad y para no ser descalificado) e inicié los 90 km con los gritos de Ivan recordándome la Travesía de Las Lajas, de La Costa, el ascenso al Alto de Letras y a Alto de La Línea, mis piernas ya saben el significado de pedalear muchos kilómetros. 

Transición de la natación al ciclismo
Como todo "primíparo" buscaba la forma de no hacer draftin, quedándome cada vez más atrás, pero cuando desperté y observé a varios haciendo pequeños pelotones, sentí que tenía muchas fuerzas aún, por lo que aceleré nerviosamente el ritmo hasta alejarme de ellos y estar más tranquilo en solitario por la carretera. La brisa de frente hacía incontrolable la velocidad de 30 km/h, y sabía desde el entrenamiento que debía sortearlos como en esas tardes de fondos solitarios entre Buga y Guacarí. Obviamente la dureza de la ruta se sentía menguada con la majestuosidad de paisajes que se topaban bajo el sol, cuando la mirada rápida a mi izquierda, se perdía en esa línea horizontal que dividía el mar con el cielo en dos tonalidades de azul. 

La fórmula era exacta y rutinaria - Un sorbo de hidratante cada 15 minutos y algo de alimento cada 30-, según palabras de mi entrenador. Para no aburrirme  obré a destiempos, así que cada 10 minutos estaba haciendo algo, eso me permitía manejar el ritmo y estar entretenido las 3 horas que había calculado en el ciclismo. Sabía que a los 15 kilómetros estaba el primer punto de avituallamiento, entonces seguí las recomendaciones de Luis Fernando Bacca el IRONMAN Pastuso (Cozumel Noviembre 26 de 2017), de pedir dos o tres tarros de agua fría para llevar dentro del uniforme e ir bajando la temperatura al dejar caer pequeñas cantidades de agua en cuerpo y cabeza; funcionó, mi temperatura estuvo controlada y en cada punto de hidratación repetía la acción, botaba las botellas de agua vacías y pedía tres más para ir administrando hasta el siguiente, sin contar la cantidad de hielo que ponían dentro de mi uniforme los voluntarios y el agua que me arrojaban en cada parada. Yo me sentía bien físicamente, pero me daba miedo apretar y quedar sin piernas para el atletismo, por eso después del kilómetro 40, se presentaron una serie de repechos que preferí subir con el piñón más grande para que no sufrieran las piernas (ahora opino que podía haber ido más rápido) de todas maneras disfrutaba ver a cantidades de niños gritando a lado y lado de la carretera - ¡Vamos Nairo!- como si fuéramos grandes ciclistas, como si nuestra hazaña se pudiera comparar con la de esos "monstruos", pero tenía que disfrutar mis minutos de fama, por eso sonriente les mostraba mi pulgar arriba como signo de agradecimiento. El regreso fue más suave, salir en los últimos grupos por la edad y ser tan lento en la natación me ponía en una posición incómoda, la carretera cada vez estaba más sola y las camionetas pasaban llenas de bicicletas con los deportistas que no pudieron terminar. Quienes no planifiquen bien la carrera, ésta les puede pasar factura y con intereses altos.


Delicioso baño de agua fría en el ciclismo.
Me encontré a Samuel Bocanegra batallando con su bicicleta, un tipo al que admiro por su ejemplo de superación y quien después de perder su pierna por una mina antipersona, se puso una prótesis y ahora en una de sus locuras está corriendo por varios países de Sudamérica, en estos momentos está por llegar de nuevo a Colombia desde Ecuador (hizo un paréntesis para participar en este evento). Pero no podíamos conversar mucho en carretera, así que lo dejé para entrevistar en el atletismo. Empecé a recuperar tiempos y en el descenso más largo sentí un traquido en mi bicicleta que me obligó a frenar; era un radio reventado, -¡qué dolor!- pense, pero lo aseguré, me concentré en que podía seguir, y aunque estaba triste por haber perdido el impulso en el descenso más rápido, continué recuperando posiciones hasta llegar de nuevo a Cartagena. Pueda que mi bicicleta haya sufrido ese percance técnico, por fortuna insignificante para mis intereses en la competencia, pero vi en el camino muchos ciclistas con inconvenientes peores y con bicicletas de un valor económico 10 o 15 veces mayor a la mía. Incluso, algunos en las super bicicis ya no tenían fuerzas siquiera para seguirme, ahí comprendí el refrán de Ivancho -no es el arco y la flecha, es el indio-.



Llegué a la zona de transición dos y quería mostrar mis gestos técnicos al bajar descalzo de mi bicicleta antes de la línea de desmonte, pero no calculé que a esa hora (12:10 p.m.) el calor tenía al piso en condiciones adecuadas para freír un huevo, así que por la sensación ardiente, hice todo ese recorrido en skipping; tal vez exagero, pero creí que pasaba por un camino de carbón al rojo vivo como en algunos rituales orientales.


Transición del ciclismo al atletismo
Dejé la bicicleta, sequé mis pies, me puse las medias, las zapatillas, el número, el Skuff y la Visera SER K para empezar la media maratón que correspondía al segmento de atletismo. No era la primera vez que hacía una media maratón, pero sí era la primera vez a esa hora, en Cartagena y con el acumulado de la natación y el ciclismo, pero todo era mental, mis cálculos arrojaban que si caminaba los 21 km y me sentaba a tomar limonada, alcanzaba a llegar a la meta antes del corte, pues de los tres segmentos, el de la carrera a pie era el único en el cual solo dependía de mis fuerzas para terminar.

El sol calentaba intensamente, el cielo estaba despejado y con las condiciones de iluminación adecuadas para captar las mejores imágenes, pero desde el punto de vista de atleta, hubiera preferido un clima "fresco" como los días anteriores a la competencia. Afortunadamente antes del primer kilómetro había hielo en cantidades, cubitos que dejé caer por mi pecho y espalda hasta la badana, haciendo caso de mantener fresca esa parte especial del cuerpo; también llevé en mi mano izquierda por varios tramos un cubo de hielo, según la recomendación de mi amigo Didier, eso me mantendría alejado de algún golpe de calor indeseado. Igualmente llevaba conmigo bolsas de agua frías dentro del uniforme, utilizando la misma estrategia del ciclismo para controlar la temperatura, la buena administración de ellas entre cada punto de hidratación sería la clave.


Recuerda sonreír a la vida, pues ésta actúa como un espejo aún en los peores momentos.
Debíamos dar dos giros de 10.5 kilómetros al circuito por la Ciudad Amurallada, en el primero me encontraba a todos los atletas que ya regresaban de su primera vuelta o me aventajaban con un cuarto del recorrido, recibía además el apoyo de muchas personas que no solamente alentaban a sus amigos y familiares, sino a cuanto corredor pasaba, gritaban mi nombre al leerlo en el número o mi apellido estampado en el traje, eso es emocionante.


El cansancio es temporal, pero la alegría es eterna...
Tuve la oportunidad de dialogar, para la crónica en video, con muchos deportistas de Colombia y el mundo que se dieron cita en tan linda carrera, intercambiamos sensaciones y nos dejamos maravillar por la encantadora vista al mar desde lo alto de las murallas, al tiempo que mi mente se transportaba al pasado cuando las maestras de la escuela nos contaban de las batallas libradas sobre ellas para lograr la independencia, razones por las que Cartagena fue proclamada como la Ciudad Heroica. Ese viaje fascinante por la historia y la belleza natural, me hacían olvidar de lo fuerte que era el ascenso y el descenso a la fortaleza bajo ese sol inclemente; punto a favor para los que practicamos trailrunning. 


Kilómetro 17 desde lo alto en las murallas de Cartagena.
En el segundo giro el panorama era diferente, ya tenía visualizado el camino, pero la soledad sería una constante. Ya comenzaba a restar los kilómetros, el público de la primera vuelta se trasladaba a la meta para recibir a sus amigos. Cabe destacar la gran misión de los voluntarios, esos locos cuya energía era inagotable para servirnos, para proveer oportunamente la hidratación, las geles, las barras, las frutas o las palabras de ánimo muy necesarias para no sucumbir en el deseo de cumplir el reto que nos había llevado a ese lugar. Yo sabía que iba con buen tiempo y aunque quería cruzar la meta pronto, unos pequeñas molestias por la fatiga muscular comenzaban a sentirse en el vasto interno, así que decidí gozarme más los últimos kilómetros, disfrutando con las personas que armaron su fiesta entorno a nuestra competencia y esperar que la meta se acercara a mis ojos. En cuanto alimentación e hidratación en la segunda vuelta, mi cuerpo solo recibía pequeños sorbos de Pepsi que ofrecían en las zonas de avituallamiento.


Grupo de alegres personajes que me invitaron a tomar guaro...
Eramos pocos en competencia, al parecer muchos de los que había sobrepasado en el ciclismo me adelantaron en el atletismo o no terminaron, pues era común ver deportistas movidos más por su terquedad de cruzar la meta (algo característico en quienes hacemos deportes de resistencia), que por sus fuerzas. Aquí se debe reflexionar lo necesario que es hacer una buena planificación de la carrera, si bien la motivación nos lleva a superar nuestros límites, a ir más allá de lo que creemos posible, a no parar hasta dar el 200% o más, debemos ser prudentes, pues a futuro nos esperan más eventos, más historias por contar, más retos por superar y más personas a quienes inspirar. De mi parte, funcionó el entrenamiento y al pasar por el kilómetro 19, empezaron a llegar a mi mente los recuerdos de todas aquellas madrugadas para salir en bicicleta con el equipo, de las trasnochadas trabajando para poder ocupar la tarde y noche corriendo y nadando, de los sacrificios (sí que lo son aún) de no comer todo lo que me apetecía porque debía estar en forma, de las veces que me quedaba dormido en las reuniones o las clases del colegio porque el cuerpo asumía que era momento de recuperar energía, de los momentos que debía compartir con la familia y no estuve porque me atrasaba en el trabajo, del grupo de ciclismo recreativo que me sacó del Whatsapp porque ya no tenía tiempo para ellos, del esfuerzo que hacían mis seguidores en YouTube para esperar por muchas semanas los videos de las carreras (ya me estoy poniendo al día), de los amigos que me apoyaron con su talento, sus mensajes motivadores, su implementación deportiva, su dinero, pues querían de corazón que yo estuviera allí, de quienes asistieron a mis conferencias y adquirieron mi libro Una Vida en Carreras. Era imposible que para alguien tan sentimental como yo, no se vinieran algunas lágrimas de felicidad recordando el proceso, pues al final, todo había valido la pena y podía regresar a casa con la cabeza en alto y el pecho henchido por el deber cumplido.
-¡Andá por tu medallaaaaaa!- gritaba Nati a un kilómetro de la meta.
Ivancho y mi compañero Daniel que había cruzado la meta dos horas antes, me alentaron emocionados porque estaba a punto de terminar, y cuando daba el último retorno para completar el kilómetro 20, Nati una bloguera de energía desbordante, me gritaba - ¡Andá por tu medallaaaaaa!-, a lo que yo como niño juicioso obedecí, por eso en el último avituallamiento recibí dos bolsas de agua para bañarme con ellas y llegar fresco hasta la meta. Cuando salí de casa me dijeron que hiciera la carrera hasta donde pudiera, yo aunque con miedo, les dije que debían estar tranquilos porque había entrenado para llegar antes del tiempo final y así fue, crucé la meta y en la plaza de la Aduana retumbaba en las paredes el eco de mi nombre, ya era un IRONMAN 70.3, mientras la sonrisa mezclada con llanto expresaron mi sentimiento en equilibrio perfecto para que Julian Coki un mago de las fotografías inmortalizara el momento.      


Foto: Julian Coki -  www.mibuc.co
La distancia 70.3 ya se cumplió, poco a poco iremos tomando la confianza necesaria para enfrentarnos al IRONMAN, será el doble de esfuerzo, el doble de sacrificio, pero indudablemente el doble de satisfacción. IRONMAN70.3 Cartagena es una de esas locuras que merecen repetición.


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