Por Alex Juradotti
Isaías
26:20. Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas;
escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación.
Hoy estamos pasando por una profunda crisis que
nos ha colocado a todos por igual. El aislamiento social nos ha llevado a tener
que involucrar nuevamente a nuestros hogares como uno de los pilares
fundamentales de la vida diaria. Tal vez el propósito de esta pandemia era ese,
mostrarnos lo vulnerables que somos, demostrar que nuestra existencia no deja de
ser una simple brisa, que todo es pasajero; y a preguntarnos qué estamos
haciendo con nuestro entorno, de qué manera estamos cuidando nuestro medio
ambiente. Hoy por hoy nos damos cuenta cómo nuestro planeta puede regenerarse y
seguir existiendo sin la presencia o no
del ser humano, pero nos da una gran lección, que nosotros como seres
humanos dependemos ciento por ciento del entorno y nuestra relación con la
naturaleza.
En la actualidad hemos vuelto a las raíces de lo
básico, ocuparnos de lo vital, como son la alimentación, la salud y el hogar;
dejando a un lado el consumismo exagerado y dedicando nuestros recursos y
energía a lo estrictamente necesario. Todo el planeta está prácticamente
detenido, a excepción de lo importante, como lo es la cadena de suministro
alimenticio y lo relacionado con la salud; esta pandemia ha colocado un nuevo
orden de importancia a las personas o tal vez le ha devuelto la importancia que
todo el personal de la salud, campesinos y la fuerza publica merecen.
Todos los gobiernos y autoridades respectivas
trabajan y se esfuerzan por disminuir el impacto de los contagios, aunque es un
problema que hasta el momento no vislumbra una fecha de caducidad, como
ciudadanos somos responsables del autocuidado en nuestra higiene y en mantener
hábitos saludables, además de la solidaridad que debemos tener con quien más lo
necesita.
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