LAS SONRISAS MARCAN LA RUTA
Lo más difícil es definir la ruta, pero si vieran ustedes como se saborean los Coyotes en esta tarea ¡sabrosa! más que cuando se llevan a la boca los bocados de la fritanga o los mangos que encuentran en el camino. El cuerpo está en sus trabajos, su mente en las montañas. Una vez termina su jornada laboral, rasgan sus vestiduras, cuelgan sus zapatos de material y sacan a luz de la luna su verdadera piel.
Los pobladores ya saben que por los meses de enero y febrero la manada se reúne y deambula por las montañas, desde Montebello hasta la Paz. Algunos se resisten, pegan ladridos territoriales y amenazan a los coyotes, pero ellos no aúllan para intimidar a nadie, desvían su ruta para mantener la calma. Al final de la carrera y luego de compartir todo un fin de semana, ya serán como de la familia.
Todo está listo: patrocinadores, publicidad, hidratación, fruta, inscripciones completas y mientras en la ciudad acuden a la cita para la entrega de los kits liderada por mamá Coyote, en las montañas al mando de papá, el tío y unos cuantos hijos cuelgan de las ramas cintas del color de su piel. Serpentinas que festejan la llegada de los corredores.
El sábado se inicia el arribo de los otros integrantes de la manada para colocar su huella en el alistamiento de la carrera. Otros, luego de una larga jornada, parten a descansar a sus cuevas citadinas porque también son competidores. Las nubes chocan y refrescan la noche para que las horas que descansen sea bajo el arrullo de sus gotas. El domingo la bocina suena y el aullido de mamá es el llamado para tomar posición en las montañas. Cada Coyote debe instalarse para esperar a los humanos dispuestos a adentrarse en la naturaleza y cumplir su meta.
Se
enciende la primera luz y suena el trinar del profe Wilson que alienta en su
salida y llegada desde el primero hasta el último corredor. Algunos perdidos
por no levantar la mirada para ver las cintas, pero la meta es llegar y lo
logran. Unos más intrépidos que otros, nacieron para superar los dolores
físicos y llegar a la meta así sea con maderos que la naturaleza les ha
prestado. Todos son fuertes.
El lente atrapa momentos increíbles; las sonrisas, los mejores ángulos, las anécdotas, las gotas de sudor. En el Trail, todo combina con el verde del paisaje. Ese mismo que se llevan en su interior amando un poquito más al universo. Al final, la foto de la manada. Está completa, la misión ha sido cumplida.
Imparables, quieren dejar su huella en las montañas que inicia con el sonido de las Golondrinas, deleitando su vista en Montebello. Es imprescindible minutos antes de la carrera, El Rosario para conseguir la La Paz, y llegar a la meta, bajo el fuerte abrazo de La Olga, madre naturaleza que abraza a los logísticos y corredores en competencia. Vibrando bonito junto con todos los pobladores que nos brindan su cariño durante nuestra estadía. Un recorrido marcado con las sonrisas de un equipo que se pone la camiseta del color de la alegría. Una vez pisas sobre sus huellas se es Coyote por toda la vida.
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